¿Y por qué no?

Comienzo con este post una nueva aventura. Como cuando emprendes un negocio o cualquier proyecto, siempre hay un cierto sentimiento de nerviosismo que te acompaña durante toda la aventura. Este caso no es diferente: ¿y si no escribo bien? ¿podré escribir algo interesante? ¿a alguien le importará lo que escriba?  ¿Me leerán? La verdad es que no lo sé, pero gracias a la insistencia de muchos me he decidido a empezar a escribir.

Hoy es el primer post. Sí, estoy nervioso, pero también entusiasmado. Trataré de aplicar lo que sé de conferencias y expresión oral a la pluma y la expresión escrita. Cuando te paras frente a un grupo —de lo que sea, adolescentes, señores, un pequeño grupo o una gran multitud para una conferencia magistral— siempre te recomiendan: Tranquilo, sé tú mismo. Eso mismo voy a hacer en mi blog: seré yo mismo. A veces tomo un estilo más familiar; otras veces uso un tono más formal. Aquí seguramente el lector podrá distinguir ambos estilos con mucha claridad.

Esa curiosa incertidumbre, no saber qué va a pasar, es precisamente la que nos hace ponernos nerviosos al comienzo de cualquier proyecto... y durante el proyecto... y casi hasta el final del proyecto. Claro que también alimentamos el nervio con nuestros deseos de que todo salga muy ben. Entre más nos interesa, mientras más lo queremos, es probable que nos encontremos con ese sentimiento nervioso, que va creciendo con nuestro interés.

Es casi como una variante del miedo, y el miedo no es malo, pero sí es peligroso. Puede provocar que nos movamos, y nos movamos rápido; pero puede también llegar a paralizarnos, presionarnos para no continuar, nos puede detener, o incluso puede hacernos retroceder. 

En mi caso particular, me ha ayudado mucho pensar en la siguiente pregunta: ¿y por qué no? ¿por qué no lanzar el negocio? ¿por qué no emprender el proyecto? Si otros lo han logrado, ¿por qué yo no? 

A esta búsqueda del por qué no le llamo criterio de defectos fatales. El criterio es que sólo si hay un defecto fatal —algún obstáculo o impedimento absoluto para seguir adelante— hay que parar. Todos los demás problemas que puedan surgir son en el fondo retos a vencer: y por lo tanto, hay que seguir adelante y encontrar la manera de vencerlos. Entre las cosas que uno va aprendiendo con la experiencia en el emprendimiento y en los negocios es que siempre te vas a encontrar de esos retos. No hay nada que se dé sin complicaciones. Es por eso que lo único que hay que buscar es que no tenga algún defecto fatal.

¿Qué sería un defecto fatal? En realidad hay muy pocos, y casi todos son de convicción personal. 

Por más difícil que pueda parecer un obstáculo, difícil no quiere decir imposible. Sólo puede significar más esfuerzo y sacrificio. Con lo anterior, la pregunta sería ¿vale la pena empeñar ese esfuerzo y sacrificio en este proyecto? Si es así, adelante. Los proyectos —personales y profesionales— más valiosos en la vida, costarán, y costarán mucho. Pero valen la pena.